miércoles, 16 de septiembre de 2009

Y ¿QUE HAY DE LA CONVIVENCIA ENTRE PERSONAS LGBTI?

Calleshortbus es de los que piensa que en los concursos de música y en los realitys donde buscan “talento”, el tema de la convivencia debe estar siempre, sin desmeritar la armoniosa convivencia, en un segundo o tercer plano; al fin y al cabo, los artistas no es que se caractericen por llevar armoniosas relaciones interpersonales. Pero como en este blog no tocamos a profundidad temas de tan capitalistas magnitudes e intereses, donde las historias melancólicas valen más que la capacidad vocal y la armonía a la hora de interpretar una canción, preferimos ceder el puesto a los verdaderos conocedores del tema… Señores canal RCN.

En la vida real, cuando la única que nos sigue -y si tenemos suerte- es la cámara de 7.5 mega píxeles de la prima de la amiga del mejor amigo, y cuando no solo encontramos al respectivo gay que llamará la atención con sus alocadas ocurrencias y amaneramientos, causará controversia y por ende aumentará los puntos del raiting; la convivencia diaria termina significando el primerísimo primer plano en lo que a las relaciones interpersonales aplica.
La disidencia LGBTI se ha caracterizado en el tiempo por llevar vidas y relaciones poco sólidas, en las que el sexo, -y esto que no suene a regaño- representa un amplio porcentaje del interés.
La otra parte de la disidencia, la que mantienen largos romances y convivencias, por lo general y en lo particular, procura llevar vidas miméticas, herméticas y poco sociables; provocando pues, una generalizada sensación que ratifica lo que la hegemonía (heterosexual) insinúa cuando propone, por poner un ejemplo, negarnos el derecho a adoptar niños.

Los procesos en este aspecto de la vida son críticos y en casi cualquier etapa pueden estar propensos a fracturas en sus bases de contención y provocar así derrumbes catastróficos. El sexo puede ser un elemento importante de contingencia, infortunadamente, al no poderse tener en cualquier momento y lugar, toca entonces hacer de tripas corazón y procurar solucionar altercados, discusiones y disputas, con los verbos, adjetivos y sustantivos adecuados; intentando no herir a la pareja y salir bien librado de la “batalla”.

No siempre se debe ganar, los empates son favorables, los silencios adecuados y la buena disposición indispensable.
Hay que recordar que las mal llamadas zonas de tolerancia en las que podemos esparcirnos con libertad escasean, y que en esas condiciones los ambientes propicios para la solución de conflictos interpersonales habituales en la disidencia se limitan a ruidosas discotecas, públicos parques, incómodos cuartos de motel o en el mejor de los casos apartamentos prestados.
La convivencia entre personas del mismo sexo, en pleno siglo XXI y en la ciudad en la que vivimos, debe mostrar la cara de una vez y para siempre.
Deben hacerse visibles los aspectos positivos que este tipo de relaciones tienen (apartándonos siempre de las pretensiones reproductoras que la hegemonía promulga), y probarle a la actual y menguante heterosexualidad (leer crisis de la heterosexualidad de Oscar Guash) que las diferencias en las maneras de llevar la vida íntima en una sociedad que implora cambios drásticos de pensamiento, plantea una oxigenación ante tantos siglos de hombres a los que se les permite golpear mujeres y de mujeres siempre subalternas de estos mismos hombres.
Christian Howard
editor
Colectivo Calleshortbus
Por una Heroica Abierta a las Disicencias

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