domingo, 15 de noviembre de 2009

EXTRAÑO ENTRE EXTRAÑOS - ¿Por una sola Cartagena?

Cargamos a cuestas el peso del tercer mundismo y la miseria gratuita que con ella recibimos. Tercer mundo nos significa luchas perennes en las que casi nunca salimos bien librados y sacrificios que a nadie podemos reclamar. Tercer mundo es la herencia maldita que los dioses y sus sabias administraciones decidieron regalarnos para esa forma tener garantizado oraciones constantes y súplicas atiborradas de lagrimas carentes de sal. Nuestros muertos, a su vez, se secan en sus tumbas obscuras y se revuelcan en ellas mientras ven, desde abajo del sustrato, las infamias que unos tantos hacen a su gente.

La Cartagena por la que caminamos hoy por hoy, hiede un poco a esta infamia y sus habitantes la soportamos en silencio esperando la ayuda benedictiana que de Roma arroje las limosnas y la bienaventuranzas de un papa bañado en sangre judía de los muertos en el holocausto.

Los académicos, por su parte, callan y guardan sus conocimientos en cajas de pandora herméticamente cerradas, argumentando la defensa económica de su capital simbólico, y mientras tanto la historia de nuestra llamada ciudad heroica, se cubre de pavimento, restaurantes y hoteles de 3 estrellas recogedores de hippies europeos que a Colombia vienen -(algunos) - a saciar su hambre de putas, drogas y alcohol.

La Cartagena bohemia, salsera, bulliciosa y colorida, recogió sus alas y se las amarro en las costillas; y en cambio permitió el paso a su transformación en el patio trasero de un país fecal que odia a los vendedores ambulantes, por muertos de hambre y negros. Nos arrebataron sin mediar palabra cada uno de los elementos con los que nos identificábamos; las playas, las plazas, las tierras y hasta el alma.

Parecemos olvidar la Cartagena merecedora del galardón que la catalogaba patrimonio histórico de la humanidad; la Cartagena con todos sus olores; gritona, chambaculera y orgullosa del sepia que la historia otorgaba a sus calles. La Cartagena negra, de pies descalzos, piel quemada, pelos ruchos y el alma intacta, incansable e invencible. La Cartagena de la vendedora de fritos y de la pregonera getsemanisence. La Cartagena más allá de lo que el Hilton, el Caribe o el Conquistador ofrezcan; la de los barrios y de la gente que estudiaba con esmero para “ser alguien” en la vida.

De repente fuimos nuevamente invadidos y los autores de este nuevo ataque abandonaron las acciones bélicas, y con el sigilo del protocolo, apuñalearon al cartagenero de a pie con el cuchillo de la discriminación, marginalización y el rechazo. Negros discriminando negros y cobrando covers en establecimientos que roban el nombre del mercado popular de la ciudad, lo reinterpretan, lo tergiversan y ridiculizan sin el menor recato. Una Cartagena capitalizada vilmente por empresarios, “turistas” que la invaden solo para vacacionar y cuando el estrés del mundo les retuerce los hombros.

Nosotros mientras tanto, los “ciudadanos” de a pie, vimos el amanecer de una ciudad cosmopolizada en la que no somos dignos de transitar. Nuestros barrios no merecen si quiera un espacio en el directorio telefónico de la ciudad, tal cual se hacía anteriormente. Nuestros muertos se siguen secando y ya nos les quedan espacios en las tumbas arrendadas de los cementerios del sur de la ciudad para revolcarse en ellas.

Los espacios públicos se privatizaron sin previo aviso y frente a nuestros ojos se transfiguraron sus usos; Bancas por sillas individuales con meza de centro para tomar malteadas, comer pizza y fumar Marlboros. La Cartagena heroica ahora es la Cartagena turística. De vendedores ambulantes, negros y muertos de hambre. De despreciables sujetos que incomodan al cachaco, al gringo o al paisa, y que sin el menor análisis es vetado de sus legítimos espacios.


Parsimoniosamente nos hemos convertido en Ratas de ciudad, que salen solo en las noches y después de que “ellos” cansados, ebrios y somnolientos terminan sus rumbas en Quiebra canto, Mr. babilla y Bazurto social club. Solo somos aptos para recoger sus basuras, cuidar sus carros, vender los cigarrillos que fuman y en el mejor de los casos, atender sus mesas para hacerlos sentir como reyes… Como los reyes de una tierra que nos hurtaron.
Nos han convertido en ratas... Somos ratas parsimoniosamente convertidas; que asumimos nuestra nueva identidad, roedora...
Hacemos como si no nos dieramos cuenta - ignoramos nuestra ignorancia y seguimos orgullosos en ella.


La Cartagena que soñamos ya no es nuestra, ahora habla ingles, italiano y francés. Queda en el centro histórico y sus límites no trascienden fuera de los estratos donde el turista se sienta vulnerable, en peligro; donde el turista ya no se sienta en Cartagena.

Christian Howard
Colectivo Calleshortbus
Por una heroica abierta a las disidencias

3 comentarios:

Comunidad Cartagena dijo...

Estoy de acuerdo con ustedes. todavía me pregunto por qué estamos tan pasivos y espero el día en que nos levantemos.. ahí si nos verán y nos escucharán, cuando bajemos de la popa hacia el "corralito de piedra" haciendo el escándalo no escuchado. Pero para eso tenemos que dejar de ver tanta t.v. porque estamos narcotizados, indiferentes a la realidad, ni siquiera nos sentimos cartageneros. Pero empezamos por algo, empezamos por crear espacios de discusión, espacios de información, espacios para nuestra Cartagena que duele.

Orlando Deavila Pertuz dijo...

Estamos de acuerdo. Hemos cedido tanto, y estamos inmersos en una actitud tan pasiva que dudo mucho que no sigamos cediendo. Ya es hora de actitudes mas combativas.

Ver: http://territoriosdeesperanza.blogspot.com/2009/11/bogota-la-cosmopolita.html

Anónimo dijo...

Antes de iniciar cualquier comentario sería bueno hacer mención de las fotos utilizadas de esa entrada.
Ella no son más que un registro de lo adormecida que está la ciudad, en medio de un mar tan rebelde que despierta en cada mañana manifestando su ira contra lo despojado de su ser, este también ha pasado a ser un elemento más de exclusión de esta cuidad
La dinámica interna que se ha presentado en la cuidad están aterradora, que nos conduce a un problema de gran envergadura y es como nos pensamos los habitantes con relación a los demás, es decir de qué discurso se vale la industria de turismo para hacer legitimo el estado servicial que nos encontramos y sobre todo la pasividad en la que hemos caído.
El tema de la ciudad cada vez se hace más perentorio, no solo desde los salones de clases de un grupo de investigación en una universidad, es necesario sacarlo a la calle y preguntarnos, como imaginamos la ciudad, que es Cartagena.
Será la misma emblemática ciudad de la colonia, si esto es así parecería casi que ahistórica y temporal, negándose así la condición de los fenómenos sociales “el cambio”, ya muy bien Heráclito lo dijo, nadie se baña en un mismo rio dos veces, en ese sentido apelo a la ruptura, cosa que ya es hora de que Cartagena lo haga, pero ante todo no inmortalizar y convertirse en una cuida museo para los demás habitantes.

Saludos

Kelly Inés Perneth Pareja